Diferentes teorías acerca de lo que es una vida feliz se han construido a lo largo de la historia. No obstante, todas tienen algo en común y es que la felicidad es el resultado de una acción del ser humano para alcanzar un fin, pero ¿Cuál debería ser ese fin? Y realmente ¿Qué es la felicidad?, en este artículo intentaremos resolver dichas preguntas.
Históricamente se ha sostenido que la psicología y la psiquiatría son las encargadas del estudio de los padecimientos mentales en el ser humano y en especial se ha enfocado a la psicología como la encargada de entender como surgen y se mantienen alteraciones a nivel emocional como las fobias, la depresión, los ataques de pánico, la euforia entre otros.
Sin embargo posterior a eventos como la segunda guerra mundial, surgió un interés general por identificar que mantiene a una sociedad con bienestar y calidad de vida y a su vez se incrementó la expectativa de vida en el ser humano, lo cual dio inicio para los años 90´s a la investigación de la psicología positiva a manos de Martín Seligman y otros colaboradores como Mihaly Czikszentmihalyi (fallecido recientemente).
La Psicología positiva se ha encargado de investigar cuales son aquellos factores o fortalezas en el ser humano que lo convierten en un ser altamente adaptativo a los cambios y adversidades y a partir de estos resultados de investigación estudiar cuales son las fuentes de emociones positivas en el ser humano, es decir la otra cara de la moneda a la tristeza, la ansiedad y la ira.
Todo lo anterior, con el fin de lograr intervenir en el ser humano desde la prevención, focalización en lo positivo y el desarrollo de la resiliencia. Es así como la psicología positiva ha intentado explicar desde elementos medibles un concepto tan amplio y abstracto como lo es el de la felicidad y como alcanzarla.
Diferentes teorías acerca de lo que es una vida feliz se han construido con el pasar de los tiempos, desde la corriente hedonista que busca la satisfacción del placer inmediato hasta la comprensión aristotélica, que se basa en la construcción de una vida valiosa a partir del desarrollo de virtudes.
Por su parte, una explicación biológica nos dice que las emociones positivas y la felicidad se reflejan en la activación de estructuras cerebrales a partir de procesos químicos. Vale la pena recordar que para 1950 se logró identificar en el cerebro un “centro del placer” que se activa ante la presencia de emociones como la felicidad la euforia y el placer. Estas estructuras se encuentran en la corteza prefrontal y la amígdala, entre otras partes del cerebro.
A nivel químico la dopamina es el neurotransmisor presente que activa el sistema de recompensa (asociado con emociones placenteras o positivas), la activación en la producción de dopamina (que se logra por la producción de endorfinas) genera una serie de cambios físicos que se asocian con disfrute y felicidad.
Así pues, toda esta información y estudios desarrollados alrededor de las emociones positivas, han buscado crear una “receta” que le permita al ser humano entender mejor el concepto de la felicidad o mejor aún como alcanzar una vida más satisfactoria y con significado.
Es así como, una de las principales conclusiones es que frente a la felicidad y la intensidad con la que la sentimos depende en un 50% de la genética un 10% de las circunstancias externas y un 40% de acciones, hábitos o estilo de pensamiento que están bajo tu control.
Esto quiere decir que aunque nuestra genética puede modular la intensidad con la que experimentamos emociones positivas, nuestras pequeñas decisiones diarias, hábitos, el conocernos a nosotros mismos, nuestras fortalezas y usarlas al servicio tanto de momentos de dificultad como metas propuestas, puede llevarnos a generar una vida significativa y valiosa.
Por otro lado, contrario a lo que quizás creíamos, las circunstancias que nos ocurren tienen poco impacto sobre nuestros niveles de felicidad, en cambio la investigación también ha podido demostrar que trabajar activamente sobre nuestra satisfacción con la vida y la experiencia de emociones positivas está relacionado con una mejor salud física y una expectativa de vida mayor.
Las rutas que tenemos para trabajar sobre nuestra felicidad desde la psicología positiva, están relacionadas con: buscar activamente el contacto con experiencias o patrones de pensamiento que evoquen emociones positivas, esto no indica que tenemos que evitar las emociones negativas ya que también forman parte de la experiencia del ser humano, rechazarlas constituiría una fuente amplia de sufrimiento y dolor para el ser humano.
Lo que propone la psicología positiva, en pocas palabras, es que con la misma facilidad que nos permitimos llorar o apartarnos un momento por que “no nos sentimos bien”, también nos permitamos el dejar un espacio en nuestra cotidianidad para: agradecer, tener actos compasivos, ser autocompasivos, aprender a no fusionarnos con nuestras preocupaciones, desarrollar espiritualidad (no necesariamente religiosidad), trabajar sobre nuestro optimismo (si trabajar, por que no es nuestra naturaleza serlo), entre otras; todo esto con el fin de exponernos o darnos un espacio para activar el rango de emociones positivas en nuestra vida.
Otra opción es involucrarnos en actividades que nos “llenen completamente” ya sea porque nos sentimos inmersos en la actividad (concepto de “Flow: estar enganchado con una tarea, Mihaly Csikszentmihalyi) o colocando mis fortalezas al servicio de una meta o propósito “más grande que yo” con significado para mi y para la humanidad.
Esta última ruta es la parte más importante en la psicología positiva, pues al final se trata de encontrar como podemos involúcranos en una actividad o propósito a partir del conocimiento de nuestras fortalezas personales, las cuales son entendidas como rasgos personales positivos que el sujeto tiene en mayor o menor medida y que constituyen “fortalezas” para enfrentar situaciones cotidianas o para usarlas en favor de algún objetivo.
Aquí vale la pena resaltar que todas las personas tenemos la capacidad de ejercitarlas regularmente para desarrollar una tarea específica o simplemente reconocerlas y aprender a “usarlas a nuestro favor” y en pro de una vida significativa y valiosa, que aporte bienestar al ser humano.
Estas fortalezas se clasifican según virtudes, de la siguiente manera:
1. SABIDURÍA Y CONOCIMIENTO:
2. VALOR:
3. HUMANIDAD / AMOR:
4. JUSTICIA:
5. TEMPLANZA
6. ESPIRITUALIDAD / TRASCENDENCIA
Una vez logremos identificar cuales son nuestras principales fortalezas personales, las reconozcamos, la ejercitemos y la incorporemos a nuestra autopercepción, seremos capaces de evaluar los desafíos y las metas de una forma diferente, desde la capacidad “quien soy y que tengo para alcanzarla” y no desde la ausencia “que me hace falta para lograrlo”.
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